Sunday, November 16, 2008

Open de Lucio en Orellana (Parte I)

Era una mañana lluviosa del último día de octubre cuando mi móvil sonó. Eran las 10h de la mañana y Vicent estaba esperándome con la furgoneta en la puerta de salida del poli. Fuí a por mi maleta que estaba en mi coche, la cargué y nos fuimos dirección Benisanó a por el barco. Cuando llegamos, cargamos todos los trastos en la furgona enganchamos el barco y salimos en busca de los Miguelitos de la Roda (¿de la Roda?, nano, sí de la Roda) que estaban esperándonos en la vía de servicio del Rebollar en Requena. Todo iba perfecto hasta que Vicent entró en modo pánico y yo con él cuando dijo: "Nano, no encuentro las llaves del barco". Vaya putada, paramos en la vía de servicio de Buñol, miramos en casi todas las bolsas en busca de las dichosas llaves, pero nada de nada, y no estabamos pescando. Pensamos que se habrían caido al sacar el barco, así que Vicent en modo Fernando Alonso pero con una furgona (de mierda, por lo sucia) y con un barco enganchado volvimos a toda ostia a Benisanó, para descubrir después de un rato de rastrear las calles, preguntar a los lugareños y comercios aledaños, que las llaves habían estado todo el tiempo en una de mis bolsas donde Vicent había tirado las llaves. Si en ese momento no maté a Vicent, creo que tengo cuartada para toda mi vida y vosotros sois testigos :-P

Que se note que soy informático, hagamos reset y retomemos la crónica. Pues ya con nuestras llaves del barco localizadas y haciendo un juramento de caballeros que en todo momento ambos sabriamos donde estarían las llaves del barco, nos fuimos en busca de los Migueles a los que les debemos mil disculpas por hacerles esperar un par de horas en una via de servicio.

Pues ya estabamos de camino a Orellana con unas 5 horas de conducción por delante. Conduje yo hasta un poco antes de llegar a Ciudad Real, donde esperamos a los Adolfos que nos guiarían por la laberíntica Ciudad Real y así evitar el centro de la ciudad. Estos Adolfos sí que son padre e hijo, no como los Miguelitos, aunque por diferencia de edad lo podrían ser. Vicent cogió la furgona hasta Orellana, a donde los Adolfo nos llevaron como el mejor de los GPS, dado que Adolfo el padre era del terreno, digo del terreno de Extremadura. Cuando llegamos estabamos reventados y para colmo no llegamos a tiempo a lavar el barco, y eso que Vicent como alma que lleva el diablo surco las calles de Orellana la vieja, volviendo a temer por mi vida y por la de los orellanenses :-)

Por fin llegó uno de los dos mejores momentos del día, la cena en el restaurante "La codorniz" que Vicent tanto me había hablado de él. Aprovechamos para pedir los manjares típicos del lugar, para poco después pasar a disfrutar del segundo mejor momento del día, dormir, por fin. He
obviado el detalle de encontrar nuestro alojamiento, pero tengo que reconocer que Vicent tuvo que exprimirse el cerebro para dilucidar los dos puntos de referencia que le dió por teléfono la chica del alojamiento y que nos llevaría hasta ella. Esta chica tenía un acento extremeño endiablado que costaba entenderla, con todos los respetos por la gente de Extremadura.

Pues eso, que llegamos al alojamiento con la sorpresa de que había dos camas sencillas y una de matrimonio. En ese momento, me giré hacia Vicent y le guiñé un ojo, pero se hizo
el loco, así que esa noche Vicent y yo dormimos en las camas sencillas, y los Miguelos por adyacencia nominal en la cama de matrimonio. Algunos se quedaron montando las cañas hasta un poco más tarde, pero otros nos fuimos a la cama un poco antes.

Era muy temprano cuando sonó la alarma del móvil de Vicent, y tenía tanto sueño que me costaba abrir los ojos, pero tocaba levantarse, el Open de Lucio estaba a punto de empezar. Nos abrigamos bien, pues hacía un frio que pelaba, y Miguel y yo, a falta de traje de agua o mallas térmicas, recurrimos a los remedios de toda la vida de nuestros mayores, dejándonos el pijama debajo del pantalón. Tomamos algo rápido de desayuno y nos fuimos para Orellana la vieja que era donde estaba el embalse. Lavamos el barco, no sin antes tener que visitar la verde campiña durante la espera a lavar el barco. Sí, sí, los nervios estaban a flor de piel. Una vez listos, nos fuimos a conocer por primera vez el embalse de Orellana.



Era como una cita a ciegas :-P Mi primera impresión al ver las instalaciones y el acondicionamiento de la rampa de botadura de barcos, fue pensar que en la Comunidad Valenciana estamos a años luz de esta gente. Una rampa de hormigón de por lo menos 200 metros de ancha esperaba a los barcos que eran echados al agua sin ningún problema. Increible. Como en el Caspe yo hacía de conductor y el otro, en este caso Vicent, hacía de capitán. Aparqué la furgona, recogí la plica y me fuí a buscar a Vicent que me esperaba en el barco. Tras un rato de xarreta con los Migueles antes de la salida, nos fuimos hacia el barco de control para estrenarnos en el Open. Ya estabamos ahí, la cuenta atrás hacía subir las revoluciones de los motores de las embarcaciones y nuestras pulsaciones, mientras los cachondos del barco de control nos animaban a ir calentando motores y hacerlos rugir para no parecer "putos carperos", pero de buen rollo, eh!

Ya, ya sonaba la bocina del barco de control, el Open para nosotros había comenzado y las siguientes preguntas rondaban mi cabeza, ¿cómo estarían los lucios?, ¿sacariamos alguno?, ¿serviría de algo toda la planificación y mapas elaborados por Vicent?, ¿volveriamos en bicicleta a Valencia? (¿En bicicleta?, nano, sí, en bicicleta) Era la hora de la verdad.

Fotos cortesía de Miguel Franco.

1 comment:

Javi said...

Muy buena la crónica como siempre Jorge.
Espero con ansiedaz la 2ª parte así q, ánimo!!