Antes de empezar con la crónica de la segunda manga, llamar la atención del lector despistado para que se percate que esta es la tercera y última parte de una crónica, cuya primera parte empieza dos entradas más abajo.
Volvamos a recuperar el hilo conductor de nuestro relato. Eran las 8:25 de la mañana y el barco de control estaba dando la salida. Astutamente, un minuto antes de la salida, Vicent había pasado por detrás de todos los participantes para encararnos hacia la récula del puerto náutico que esperabamos que hubiera estado menos pescada el día anterior. Así que sobre la bocina Vicent salió a 5300 revoluciones hacia esa récula, detrás de nosotros venían los Cámara (¿los Cámara?, sí nano, sí) que se pusieron a pescar a nuestro lado. Los primeros lances de la mañana no depararon ningún pez, y parecía que a Orellana le costaba reaccionar tras el "tute" que se le había dado el día anterior. Proseguimos pescando la playa que teniamos a nuestra espalda y saliendo de la récula cuando Vicent clavó uno pequeño. Ya no hacíamos porra :-)
En eso que llegaron unos ribereños con sus pikies y en unos minutos, uno de ellos nos dió una lección de sacar buenos lucios sacando tres de ellos con un facilidad pasmosa. En ese momento, Vicent que ya todos sabemos lo nerviosito que es, se gira y me dice: "Hay que ponerse las pilas", a lo que yo le respondo con mi mítico: "Estoy en ello, chaval". No habían pasado 10 minutos cuando clavo un lucio que pasaba de los 2 kilos, jeje, ya tenía a Vicent más contento. Acto seguido y batiendo la orilla a lo tonto hacia la punta, Vicent clava otro. Ya estabamos en 3 lucios, sólo nos quedaba uno para el cupo.
Nos quedamos sobre la punta hacia la cual nos dirigiamos y no sé si fuí yo o Vicent (seguramente sería yo, porque todos sabemos que Vicent como diría el maestro Paco Revert: "No tiene ni puta idea") sacó el cuarto. Pues ya está, ya nos podiamos ir a casa tranquilos, teniamos el cupo de 4 lucios y eran las 9:30. Seguro que mañana que voy a Tous no hago el cupo a las 9:30, ni pasadomañana tampoco. Nos habiamos acostumbrado a sacar lucios como churros, es que en Orellana había más lucios que churros :-P
Así que probamos un poco más sin éxito y nos fuimos a hacer una pequeña marcianada. Esta consistía en pescar entre los barcos que estaban amarrados en el puerto náutico. Ahora le llamo marcianada porque no pescamos ninguno, pero no me hubiera extrañado sacar un tocho que se refugiaba del ajetreo de barcos que había en el resto del embalse. En fin, que no pescamos nada entre los barcos, aunque yo casi engancho mi pikie con uno de los barcos, jeje.
Así que volvimos a una punta que habiamos pescado el día anterior a última hora y donde yo tuve una picada y Vicent sacó uno. En eso que cuando nos aproximamos, paramos el motor y antes de que Vicent tirara el motor eléctrico al agua, un lucio sube a la superficie a coger algo, y se mete para dentro al lado del barco. Vicent, rápido de reflejos, le deja caer el pikie sobre su vertical hasta que se lo deposita en el fondo. Pega un par de sacudidas sobre el señuelo, y el lucio no lo duda, patapam, picada alucinante, y tras un momento de lucha, el lucio sube al barco. En línea con la cita de Javivi: "¡Cómo pican!, cuando pican".
Sobre ese punto nos anclamos un rato, bueno, tiramos un bloque de hormigón al agua atado por un cabo y nos mantuvimos un rato. Creo recordar que sacamos otro lucio con pikie. Así que otra vez siguiendo el consejo de Jaime, nos desengañamos y nos fuimos con pikie a pescar los cortados. Llegamos a un cortado que tenía muy buena pinta y donde la sonda nos marcaba peces a 10 metros, así que les tiramos de todo, pikie, crankbait, spinner y hasta el famoso bloque de hormigón (como ancla), que habiamos traido desde Valencia no sólo como ancla, sino como amuleto de buena suerte. De hecho le teniamos tanto amor a este bloque de hormigón que en la primera manga se nos olvidó meterlo en el barco cuando desembarcamos, y me lo traje andando desde donde aparqué la furgona hasta el embarcadero donde me esperaba Vicent, unos 300 metros paseando al bloque de hormigón. Espero que no me reconociera nadie, si no pensaría que tengo algún problema mental.
Pues eso, que estabamos en un cortado pescando los lucios a 10 metros y no picaban a nada, pasaríamos allí una hora hasta que nos aburrimos sin picada y nos fuimos. Cambiamos a otra punta cercana a la zona de pesaje y se acercaba la hora de cierre del pesaje intermedio, serían las 13:30 e iban nuestros pikies inocentemente surcando una zona poco profunda. En eso que en un lance de tantos paralelo a la orilla, Vicent clava un lucio, y me dice: "Salabre", aunque el sabe que me pone más que me diga: "Llevo uno". Así que dejo mi caña que estaba lanzada a tomar por culo y abro el pick-up de mi carrete. En eso que Vicent como suele hacer, clava el lucio, y en un acto reflejo lo fuerza un poco para subirlo llevando el brazo hacia el pecho. Sin embargo, en esta ocasión ese lucio no iba a subir así como así, aquello que había a la otra parte de la línea despego el brazo del pecho de Vicent en una exalación, y entonces Vicent me dijo: "este es grande, nano". Efectivamente era grande, se puso a tirar y lo único que podiamos hacer es seguirlo con el barco hacía donde él tuviera bien llevarnos. Mientras tanto, como suele pasar en los momentos más emocionantes, mi carrete se le había cerrado el pick-up y la caña estaba a punto de saltar del barco, y la caña era una Falcon, así que estaba con un ojo mirando a ver por donde salía el lucio, que en ese momento le quedaba mucho tiempo para rendirse, y el otro ojo en la dichosa caña que tenía el hilo enganchando en el carrete. Vicent acojonado, no hacía más que pedirme que dejara la dichosa caña, y me centrara en ensalabrar al lucio que estaba a unos 5 metros de profundidad. Sí, os lo podéis imaginar, como estaba de nerviosito nuestro amigo. Así que al final desenganche el hilo del carrete, mientras el lucio nos paseaba por ahí durante un rato más y me centré en ensalabrar el monstruo que esperaba salir a superficie. Salió por la parte de detrás del barco, y al primer intento de ensalabrarlo lo meto, pero salta fuera y cae al agua, fue un momento que nos dejó helada la sangre, ¿seguiría enganchado ese lucio al que ya le echabamos 7-8 kilos?, sí, había habido suerte, el lucio seguía allí y en mi segundo intento, no fallé. Lo que falló fue el salabre, pero menos mal que Vicent me ayudo y el lucio entró en el barco. Vicent se dejo caer sobre el asiento del barco extenuado por la lucha y la tensión acumulada durante esos largos minutos de pelea. Acto seguido nos fundimos en un abrazo de varios segundos, (¡qué bonito es el amor!, hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba durante tanto tiempo) y contemplamos ese pedazo de lucio que nos acompaña como tercer tripulante. En ese momento de euforia, le calculé un peso de 8 kilos, pero no había tiempo de estimaciones, estabamos a 20 minutos del cierre del pesaje y no era plan de tener enganchado ese lucio en el stringer durante todo el día, y más con la experiencia de ayer.
Así que Vicent salió a toda ostia hacia la rampa de desembarque, cuando llegamos y tras comprobar que estaba completo y no había perdido nada por el camino por el rozamiento con el aire, desplegamos un protocolo de máxima seguridad para garantizar que ese pez llegaría a la báscula. Y así fue, ese lucio dió en báscula 6.850kg, siendo la cuarta pieza mayor del open de lucio. Fue emocionante ver como nos grababan en video mientras Vicent y yo subiamos por la rampa, y después una sesión de fotos por Francisco Carrión (Solo Pesca) delante del panel de patrocinadores. ¿Quién me iba a decir a mí cuando era un chiquillo (año 97-98) y leía los reportajes de este señor, que iba a estar delante de su cámara algún día? Sí, era un sueño hecho realidad.
Ya no nos quedaba más que recomponernos y volver a pescar las 4 horas que nos restaban. Volvimos a donde sacamos el tocho, y después de estar volviendo a montar un pikie que había perdido con el jaleo del luciaco (el único pikie que perdí en Orellana) lanzo en el mismo sitio donde había salido el de Vicent, y patapam, otro. En el primer momento, la ilusión fué más rapida que la cordura, y cuando ví que el lucio subía a la superficie, me asusté. Ya pensaba que teniamos otro de 5 kilos por lo menos. Me recordaba a aquel lucio que saqué en Tous que salió a la superficie e hizo un remolino en el agua que no olvidaré en mi vida. Pero esta vez, era más pequeño, estuvo cerca de los 3 kilos, pero eso, 3 kilos. Luego cambiamos de zona, pero creo que no pescamos nada más, teniamos 3 lucios buenos en el vivero con una media de 2.6kg.
Así que pescamos un rato más otro sitio y sin más picadas nos fuimos a pesaje. No recuerdo exactamente el pesaje que hicimos en la segunda manga pero creo que fueron 14 kilos y pico. Fijaos de la importancia de sacar lucios grandes en un open, donde uno de ellos de 6.850kg, casi equivalía a 3 con una media de 2.6kg. Los Migueles pincharon en esta segunda manga, no porque no pescaran lucios, sino porque eran pequeños y entre los cuatro no llegaban a los 8 kilos. Una lástima.
Con eso sacamos el barco del agua, y tras volver a quedarme en medio de la rampa porque no me dejaron hueco para subir, nos fuimos a la casa de los templarios (nuestra morada en Orellana) para ducharnos y arreglarnos para la cena de entrega de trofeos.
Cuando los Migueles, Vicent y yo llegamos a la recepción de la cena de entrega de trofeos, tomamos algo, mientras esperabamos a la cena entre anécdota y anécdota. Nos lo habiamos pasado de categoría y habiamos sacado más lucios que nunca. En eso que llego la cena de gala, que en mi humilde opinión sería mejorable en calidad y servicio. A continuación empezó la rifa. Los Migueles, que son unos suertudos, les tocaron algunas cosas. A Miguel Franco, una caña, no, no era una GLX, no os hagáis ilusiones. A Miguel García, una bolsa llena de señuelo variados, no, no eran bolsas de Yamamoto. En eso que empezó la entrega de trofeos per se, y como novedad nos enteramos que los 25 primeros, tenían plaza asegurada, que no pagada, en el open del próximo año. Nosotros en una remontada espectacular alcanzamos un meritorio puesto 15. También , en línea con la ceremonia de entrega de trofeos de Caspe, subimos al escenario a recoger una bolsa de señuelos con un swimbait trucha gigante.
Ya no me queda deciros que Vicent y yo nos fuimos a nuestra camas, sí, nuestras respectivas camas para descansar un rato antes de madrugar para emprender el camino de vuelta a tierras valencianas. Los Migueles tenían que dormir en cama de matrimonio, y claro, no podía ser de otra manera, del roce surgió el cariño, y del cariño, el amor, y tuvieron muchos miguelitos (de la roda), fueron felices por siempre, y colorín colorado, este cuento se ha acabado. No, no fue así, aunque hubiera sido bonito, ¿eh, Miguel? :-P
En tono más serio y conciliador, la experiencia del Open de Lucio fue increíble, con un ambiente interpersonal, bueno. Además las condiciones climatológicas acompañaron y los lucios dieron la cara en todo momento. La organización del evento fue magnífica, con una cobertura mediática buena y unas instalaciones envidiables. Desde aquí agradecer el esfuerzo que tantas personas de la organización del open han dedicado a su preparación.
Finalmente, espero no haberos aburrido con estas 3 crónicas tan rolleras y con mis desvaríos, y espero vuestros comentarios al respecto. Un abrazo y el año que viene espero que más y mejor :-)